28.11.13

Más sobre 'Olivier o el secreto': la otra 'novela'

Ya que el editor ha decidido desvelar (por algo es Javier Desvelo su alias) una parte -mínima- del prólogo que escribí para 'Olivier o el secreto', la novela de Claire de Duras recién publicada, no seré yo menos. Mientras no desvele también el epílogo y se cargue el 'suspense'...

He aquí el enlace.

Lo cierto es que el mayor placer que me ha deparado esta colaboración con 'El Desvelo Ediciones' no procede tanto de la traducción (es bastante aburrido traducir, al menos para mi) como de la tarea de investigación que me impuse para situar a la autora y a su obra en el convulso tiempo histórico que le tocó vivir y, al mismo tiempo, contrastar meticulosamente la extensa documentación disponible, de la que no están ausentes los errores.

Lo que encontré es una historia apasionante y un personaje de mujer fuerte, vehemente y adelantada a su tiempo: otra novela, como escribe Javier. Claire de Duras miró a los ojos a la realidad circundante y señaló las llagas que le herían pèrsonalmente, las contradicciones que habitaban a las personas -también a ella- en un tiempo que se inicia con una explosión libertaria (la Revolución) y se cierra veinticinco años después, en falso, con un retorno de la monarquía absolutista, que tan solo los aristócratas 'ultras' reclamaban.

26.11.13

'Olivier o el secreto', de Claire de Duras, a la venta en las librerías

El libro "Olivier o el secreto", de Claire de Duras, se halla desde ayer a la venta en las librerías (ver listado). Con este título, Ediciones El Desvelo, en su colección Malentendido, completa la difusión en castellano de las tres principales obras de la escritora aristócrata francesa, ya que con anterioridad habían sido publicadas en nuestra lengua 'Ourika' y 'Edouard' por otras editoriales.

En tanto que traductor de la novela y autor del prólogo, el epílogo y las notas que la acompañan, sería impropio que yo hiciera su elogio, pero creo que sí es imporante destacar la significación de su autora, olvidada durante un siglo y medio. Sólo a partir de los años 70 del pasado siglo una relectura de su corta producción literaria la redescubre como una mujer adelantada a su tiempo por su sentido de la 'alteridad' (aproximación e identificación con el 'otro', el marginado por su raza -'Ourika'-, clase -'Edouard'- o sexualidad -'Olivier o el secreto'-).

Claire de Duras, mantenedora de uno de los principales salones de París, fue una mujer fuerte y apasionada, cuya vida se forjó desde muy joven en la adversidad y que, pese a ser aristócrata, absorbió y adoptó el espíritu de la Ilustración en una Francia sacudida por fuertes convulsiones durante la época en la que le tocó vivir. Sin duda por ello, cuando tardiamente decidió escribir se interesó especialmente por 'la pared de cristal' que menciona en 'Olivier o el secreto': "nos vemos,
nos hablamos, nos acercamos, pero no podemos tocarnos".

Fotografía: el formidable roble de Beauval, tótem simbólico en torno al cual se desarrolla la historia narrada en 'Olivier o el secrteto'.

7.11.13

Albert Camus y el trabajo del escritor: Verdad y Libertad

Discurso pronunciado por Albert Camus en el Ayuntamiento de Estocolmo el 10 de diciembre de 1957, con ocasión de la entrega del Premio Nobel de Literatura.
 

Al recibir la distinción con la que vuestra libre Academia ha tenido a bien honrarme, mi gratitud era tanto más profunda cuanto consideraba hasta qué punto esta recompensa sobrepasaba a mis méritos personales. Todo hombre, y con razón de más peso, todo artista, desea ser reconocido. Yo también lo deseo. Pero no me ha sido posible conocer vuestra decisión sin comparar su resonancia con lo que yo soy realmente. ¿Cómo un hombre casi joven, rico sólo en dudas y con una obra aún en construcción, habituado a vivir en la soledad del trabajo o en la privacidad de la amistad, no habría conocido con una especie de pánico un fallo que le llevaba de golpe, sólo y reducido a sí mismo, al centro de una luz cruda? ¿Con qué corazón podía recibir este honor a la hora en que, en Europa, otros escritores, entre los más grandes, son reducidos al silencio, y en el tiempo mismo en que su tierra natal conoce una desgracia incesante. (1)

Yo he conocido ese desconcierto y esa confusión interior. Para recuperar la paz me ha hecho falta, en suma, reconciliarme con una suerte demasiado generosa. Y, ya que no podía igualarme a ella apoyándome en mis propios méritos, no he encontrado otra cosa para ayudarme que la que me ha sostenido, en las circunstancias más adversas, a lo largo de toda mi vida: la idea que me hago de mi arte y del papel del escritor. Permítanme solamente que, con un sentimiento de agradecimiento y de amistad, les diga, tan sencillamente como pueda, cuál es esa idea.


Personalmente, yo no puedo vivir sin mi arte. Pero nunca he situado ese arte por encima de todo. Por el contrario, lo que me es necesario es que no se separe de nadie y me permita vivir, tal como soy, al nivel de todos. El arte no es a mis ojos un regocijo solitario. Es un medio para conmover al mayor número de personas ofreciéndoles una imagen privilegiada de los sufrimientos y las alegrías comunes. En consecuencia obliga al artista a no aislarse; le somete a la verdad más humilde y más universal. Y quien frecuentemente ha escogido su destino de artista porque se sentía diferente aprende bien pronto que no nutrirá su arte, y su diferencia, más que confesando su semejanza con todos. El artista se forja en ese ir y volver perpetuo de sí mismo a los otros, a medio camino de la belleza a la que no puede renunciar  y de la comunidad de la que no puede escindirse. Por eso los verdaderos artistas no desprecian nada; se obligan a comprender en lugar de juzgar. Y si tienen un partido a tomar en este mundo, no puede ser otro que el de una sociedad en la cual, según Nietzsche, ya no reinará el juez, sino el creador, ya sea trabajador o intelectual.

"El escritor no puede ponerse hoy al servicio de quienes hacen la historia, está al servicio de quienes la sufren"

Por ello, el papel del escritor no es ajeno a deberes difíciles. Por definición, no puede ponerse hoy al servicio de quienes hacen la historia; está al servicio de los que la sufren. En caso contrario, helo ahí sólo y privado de su arte. Todos los ejércitos de la tiranía con sus millones de hombres no le arrancarán de la soledad, incluso y especialmente si él consiente en marcar su paso. Pero el silencio de un prisionero desconocido, abandonado a las humillaciones en el otro extremo del mundo, basta para retirar al escritor del exilio, cada vez, al menos, que consigue, en medio de los privilegios de la libertad, no olvidar ese silencio y hacerlo repercutir por medio del arte.


Ninguno de nosotros es suficientemente grande para  tal vocación. Pero en todas las circunstancias de su vida, oscuro o provisionalmente célebre, aherrojado por la tiranía o libre de expresarse por un tiempo, el escritor puede encontrar el sentimiento de una comunidad viva que le justificará, con la sola condición de que él acepte, tanto como pueda, las dos cargas que hacen la grandeza de su oficio: el servicio a la verdad y el servicio a la libertad. Ya que su vocación es reunir el mayor número posible de personas, no puede acomodarse a la mentira y a la servidumbre que, allí donde reinan, hacen proliferar las soledades. Sean cuales sean nuestras debilidades personales, la nobleza de nuestro oficio se fundará siempre en dos compromisos difíciles de mantener: el rechazo a mentir sobre lo que se sabe y la resistencia a la opresión.


Durante más de veinte años de una historia demencial, perdido sin remedio, como todos los hombres de mi edad, en las convulsiones del tiempo, he estado sostenido por el oscuro sentimiento de que escribir hoy era un honor, porque ese acto obligaba, y obligaba no sólamente a escribir. A mí particularmente me obligaba a llevar, tal como yo era y según mis fuerzas, con todos los que vivían la misma historia, la desgracia y la esperanza que compartíamos. Esos hombres nacidos al principio de la primera guerra mundial, que han tenido veinte años en el momento en que se instalaban a la vez el poder hitleriano y los primeros procesos revolucionarios, que enseguida fueron confrontados, para perfeccionar su educación, con la guerra de España, con la segunda guerra mundial, con el universo concentracionario, con la Europa de la tortura y de las prisiones, hoy deben educar a sus hijos y construir sus obras en un mundo amenazado de destrucción nuclear. Nadie, supongo, puede pedirles que sean optimistas. Y yo soy incluso de la opinión de que debemos comprender, sin dejar de luchar contra ellos, el error de quienes, por una escalada de desesperación, han reivindicado el derecho al deshonor y se han arrojado en brazos de los nihilismos de la época. Pero consta que la mayor parte de nosotros, en mi patria y en Europa han rechazado ese nihilismo y han emprendido la búsqueda de una legitimidad. Les ha sido preciso forjarse un arte de vivir para tiempos de catástrofe, para nacer una segunda vez, y luchar a continuación, a cara descubierta, contra el instinto de muerte vigente en nuestra historia.


Cada generación, sin duda, se cree llamada a rehacer el mundo. La mía sabe sin embargo que no lo rehará. Pero su tarea es quizás más grande. Consiste en impedir que el mundo se deshaga. Heredera de una historia corrompida en la que se mezclan las revoluciones fallidas, las técnicas enloquecidas, los dioses muertos y las ideologías extenuadas, en la que mediocres poderes pueden hoy destruir todo pero ya no saben convencer, donde la inteligencia se ha degradado hasta hacerse criada del odio y de la opresión, esta generación ha debido, en ella misma y en su derredor, restaurar, sólo a partir de sus negaciones, un poco de lo que hace la dignidad de vivir y de morir. Ante un mundo amenazado de desintegración, donde nuestros grandes inquisidores apuestan a riesgo de establecer para siempre los reinos de la muerte, sabe que debería, en una especie de carrera loca contra el reloj, restaurar entre las naciones una paz que no sea la de la servidumbre, reconciliar de nuevo trabajo y cultura, y rehacer con todos los hombres un arca de la alianza. No es seguro que pueda cumplir alguna vez esa tarea inmensa, pero sí es seguro que en todo el mundo mantiene ya su doble apuesta de verdad y de libertad, y, si llega la ocasión, sabe morir por ella. Es ella la que debe ser saludada y alentada allí donde se halla, y sobre todo allí donde se sacrifica. Sobre ella, en todo caso, convencido de vuestro apoyo profundo, yo quisiera trasladar el honor que acabáis de hacerme

"La verdad es misteriosa, huidiza, siempre por conquistar. La libertad es peligrosa, tan dura de vivir como exaltante. Nosotros debemos caminar hacia esas dos metas"
 

Al mismo tiempo, tras haber hablado de la nobleza del oficio de escribir, habría situado al escritor en su verdadero lugar, sin otros títulos que los que comparte con sus compañeros de lucha, vulnerable pero resuelto, injusto y apasionado por la justicia, construyendo su obra sin vergüenza ni arrogancia a la vista de todos, siempre dividido entre el dolor y la belleza, y consagrado en fin a extraer de su ser doble las creaciones que intenta obstinadamente edificar en el movimiento destructor de la historia. ¿Quién, ante esto, podría esperar de él fáciles soluciones y bellas moralejas? La verdad es misteriosa, huidiza, siempre por conquistar. La libertad es peligrosa, tan dura de vivir como exaltante. Nosotros debemos caminar hacia esas dos metas, penosamente pero resueltamente, conscientes de antemano de nuestros desfallecimientos en un camino tan largo. ¿Qué escritor se atrevería entonces, con recta conciencia, a hacerse predicador de virtud? En cuanto a mí, necesito decir una vez más que yo no soy nada de todo eso. Nunca he podido renunciar a la luz, a la felicidad de ser, a la vida libre en la que he crecido. Pero aunque esta nostalgia explica muchos de mis errores y de mis defectos, me ha ayudado sin duda a comprender mejor mi oficio, todavía me ayuda a mantenerme, ciegamente, junto a esos hombres silenciosos que sólo soportan en el mundo la vida que se les ha impuesto por el recuerdo o el retorno de breves y libres placeres.


Así, de regreso a lo que yo soy realmente, a mis límites, a mis deudas, así como a mi fe difícil, me siento más libre para mostraros, al concluir, la amplitud y la generosidad de la distinción que me habéis concedido, más libre también para deciros que quisiera recibirla como una homenaje rendido a todos los que, compartiendo la misma lucha, no han recibido ningún privilegio, sino, por el contrario, desgracia y persecución. Me quedará entonces daros las gracias, desde el fondo del corazón, y haceros públicamente, como testimonio personal de gratitud, la misma y antigua promesa de fidelidad que todo artista auténtico, cada día, se hace a sí mismo, en el silencio.


Traducción: J.R. San Juan
  
(1) El contexto histórico en el que se produce el discurso de Camus era de tensión extrema. Hacía apenas cuatro años que había concluido la guerra de Corea, en el curso de la cual el general Mac Arthur reclamó –afortunadamente sin éxito- el lanzamiento de bombas atómicas contra el norte de China. En 1954 se había iniciado la guerra de liberación de Argelia, conflicto especialmente doloroso para el escritor, nacido en ese territorio, y que se prolongaría hasta 1962. Finalmente, en 1956 la revolución húngara fue brutalmente abortada por el ejército de la URSS. La ‘guerra fría’ amenazaba esporádicamente con convertirse en una nueva guerra mundial y la existencia del armamento nuclear hacía creíble la hipótesis de un absurdo apocalipsis.

6.11.13

Camus - Sartre: La ruptura clamorosa


«No era un tipo que estuviera hecho para todo lo que ha hecho. Era un pequeño truhán de Argel, muy gracioso, que habría podido escribir, pero más bien como truhán; en lugar de eso uno tiene la impresión de que la civilización se le ha caído encima y ha hecho lo que ha hecho, es decir nada.»

Esta opinión de Sartre sobre Camus, deslizada en una carta a su amigo John Gerassi en 1972, doce años después de la muerte del autor de 'La Peste', no sólo es injusta hasta un extremo inconcebible, sino también un epítome de indecencia personal e intelectual que ni siquiera el odio más genuino podría justificar.

Nada nuevo, por otra parte. 21 años antes, en 1951, Sartre, como director de la publicación 'Les temps modernes', había 'comisariado' a su colaborador Francis Jeanson para demoler -"cortesmente", según su propia expresión- el libro más reciente de Camus: "L'homme revolté". La razón de tal medida, para Sartre y los marxistas que firmaban en la revista, era obvia. En su obra Camus ponía en cuestión muy seriamente el "socialismo autoritario", como él denominaba a la praxis política en la URSS bajo la bota de acero de Stalin, y eso era intolerable. Camus no era cualquiera, era un progresista de perfil libertario muy prestigioso y respetado ya en Francia y fuera de ella. Había que sentarle la mano.

Y se hizo, según la propia respuesta de Camus al ataque, con una deshonestidad intelectual absoluta. Ignorando los argumentos y las tesis principales del libro, el texto de Jeanson no era otra cosa que un panfleto para el consumo de leales a Moscú. Más tarde, demasiado tarde, tras la muerte de Stalin, los intelectuales de la revista explicarían que ellos también estaban contra la brutalidad del dictador, pero callaron para que nadie pudiera utilizar la crítica a éste en perjuicio de los intereses de los PCs de Francia e Italia. Pamplinas pragmáticas: el cinismo habitual .

Sartre y Camus se trataban desde 1943 y eran, hasta la referida colisión, amigos, aunque no sin reticencias. Cada cual reconocía la talla del otro y mantenían un trato cordial. Camus había ofrecido al autor de 'La Nausea' publicar en 'Combat', la revista que él dirigía. Sartre, por su parte, llegó a proponer a Camus dirigir "Huis-Clos" e interpretar el papel de Garcin, en un proyecto que no prosperó. Incluso en sus obras existían varias coincidencias de temática y enfoque. Pero la publicación de 'L'homme revolté' había convertido al amigo en un enemigo político inconciliable.

Lo cierto es que, aunque coincidentes en muchas cosas, no tenían demasiado en común. Sartre era de origen burgués, Camus, pobre como las ratas; Sartre era un producto de la elitista Ecole Normale Superieure, Camus vio frustrada su progresión universitaria por la tuberculosis; Sartre navegó en la ambigüedad durante la ocupación alemana, Camus participó en la resistencia; Sartre se consideraba escritor y filósofo; Camus, sólo artista.

El choque de titanes que se produjo seguramente era inevitable, pero no favoreció a ninguno de ellos. No se trataba de una confrontación intelectual o cultural, sino política, y además manipulada por Sartre y sus acólitos, que, para disgusto y enfado de Camus, pretendieron asociar su personalidad con la derecha francesa. El encontronazo tuvo repercusión en las portadas de la prensa generalista de la época, que acabó por desnaturalizar definitivamente la cuestión
 
El paso del tiempo ha situado a cada cual en su lugar, aunque la postmodernidad vigente haya optado por ignorar a ambos. Sartre llevó sus veleidades políticas hasta el fin de sus días, abrazando un maoismo cuyas virtudes sólo existían en su imaginación. Finalmente, poco antes de su muerte, una serie de entrevistas en 'Le nouvel observateur' nos lo muestran renegando del maoismo y despreciando parte de su propia obra para interesarse en el mesianismo judío y en la resurrección de los cuerpos.

A Camus su muerte prematura no le dio la oportunidad de contradecirse y mucho menos de caer en el ridículo. Tampoco le permitió ampliar una obra, libre y enriquecedora, basada en pilares tan poco ambiguos como la libertad y la dignidad del ser humano. Vino para quedarse entre nosotros y no erro en su diagnóstico: el totalitarismo, sea cual sea la ideología en que se ampara, atenta contra el individuo so pretexto de redimirle.


Foto: Sartre y Camus coincidieron en una visita colectiva al taller de Picasso en 1940.

5.11.13

Albert Camus: Vida, Amor, Muerte...


«La esperanza, al contrario de lo que se cree, equivale a la resignación. Y vivir no es resignarse.»
De 'Noces'


«No hay más que un problema filosófico realmente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no vale la pena de ser vivida es responder a la pregunta fundamental de la filosofía.»
de 'Le mythe de Sisyphe'


«No conozco más que un solo deber, y es el de amar.»
De 'Carnets'


«El absurdo es la noción esencial y la primera verdad.»
De 'Le mythe de Sisyphe'


«Hay algo más abyecto todavía que ser un criminal, es forzar al crimen a quien no ha sido hecho para él.»
De 'Les Justes'


«Crear también es dar una forma al propio destino.»
De 'Le mythe de Sisyphe'


«Yo he comprendido que no bastaba denunciar la injusticia. Era preciso dar la vida para combatirla,»

De 'Les Justes'


«Lo que viene después de la muerte es fútil.»
De 'Le mythe de Sisyphe'


«Los jóvenes no saben que la experiencia es una derrota y que hay que perderlo todo para saber un poco.»
De 'L'Envers et l'endroit'

Traducción: J, R. San Juan

4.11.13

Albert Camus: El hombre, en el centro


«El hiombre es de la madera de la que se hacen las hogueras.»

De 'L'Etat de siège'

«El hombre es la única criatura que rechaza ser lo que es.»

De 'L'homme revolté'

«El hombre no es enteramente culpable: él no ha comenzado la historia; ni totalmente inocente puesto que la continua.»

De 'L'été'

«Si el hombre fracasa en conciliar la justicia y la libertad, entonces fracasa en todo.»

De 'Carnets'

«Hay en los hombres más cosas que admirar que cosas que despreciar.»

De La peste

«Eso es el amor, darlo todo, sacrificarlo todo sin esperanza de devolución.»

De 'Les Justes'

«La auténtica generosidad hacia el porvenir consiste en darlo todo en el presente.»

De 'L'homme revolté'

«La lógica de las pasiones invierte el orden tradicional del razonamiento y coloca la conclusión delante de las premisas.»

De 'L'homme revolté'

«No esperéis el juicio final. Tiene lugar todos los días.»

De 'La Chute'


Traducción:J.R. San Juan

3.11.13

Albert Camus: "Me sublevo, luego existo"


La cita que encabeza este post podría ser considerada, superficialmente, como una mera paráfrasis de la célebre afirmación de Descartes, pero sin duda va más lejos: pensar no basta para existir. He aquí algunos pensamientos más de Camus que, más de medio siglo después de su muerte, siguen teniendo sentido y vigencia. El Nobel de 1957 vivía y auscultaba ya una realidad en la que se plantaron los cimientos de la absurdidez actual.

«Nosotros vivimos con ideas que, si las asumiéramos verdaderamente, conmocionarían toda nuestra vida.»

«Yo sigo creyendo que este mundo no tiene un sentido superior. Pero sé que algo en él tiene sentido y es el hombre, porque es el único ser que exige tenerlo.»

«Pensar es reaprender a ver, dirigir la propia conciencia, hacer de cada imagen un lugar privilegiado.»

«Cuántos crímenes han sido cometidos simplemente porque su autor no podía soportar estar equivocado.»

«La sociédad política contemporánea: Una máquina para desesperar a los hombres.»

«No existe castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza.»

«La pasión más fuerte del siglo XX: La servidumbre.»

«Toda la desgracia de los hombres procede de la esperanza.»

«Como remedio a la vida en sociedad, yo propongo las grandes ciudades: Es el único desierto a nuestro alcance.»



2.11.13

Un poema de Albert Camus



Uno de los raros poemas escritos por Albert Camus, Premio Nobel de Literatura en 1957, a los 44 años. Falleció en 1960, sin llegar a cumplir los 47, víctima de un accidente automovilístico. Esta semana se celebra el centenario de su nacimiento y este post es parte del homenaje que 'Desolaciones' le rinde a uno de los más grandes humanistas y artista crucial del siglo XX.

Para Némesis

Caballo negro, caballo blanco, una sola mano de hombre gobierna los dos furores. A tumba abierta, alegre es la carrera. La verdad miente, la franqueza disimula. Ocúltate en la luz.

El mundo te colma y tu estás vacío: plenitud.

Leve ruido de la espuma en la playa de la mañana; él llena el mundo tanto como el fragor de la gloria. Ambos proceden del silencio.

Bajo la losa de la alegría, el primer sueño.

Sembrado por el viento, segado por el viento, y sin embargo creador, tal es el hombre, a través de los siglos, y orgulloso de vivir un solo instante.


De 'Carnets III'
Traducción: J. R. San Juan