22.6.17

Peripoética

Mientras se publican (o no) mis poemas he decidido ir difundiendo. de vez en cuando, parte del contenido no troncal de su conjunto. Así, por una parte, justifico la existencia de este blog, ayuno de posts desde hace meses, y me doy, por otra parte, la pequeña satisfacción de sacarlos a la luz, aunque sea en familia. El caso es que existan.

Los cinco poemas que siguen estan englobados bajo el título "Peripoética" para evitar emplear las expresiones 'Poética' o 'Metapoética', que siempre me han parecido algo pretenciosas. El prefijo griego 'peri' significa "cerca de", "alrededor". Así pues, estos poemas son una aproximación, o, mejor, un intento de aproximación a una poética


I 

La sabiduría empieza en el asombro.
Sócrates 

Un poeta nunca lo es más que cuando es un niño,
y todo es un milagro, una pregunta, misterio
que tiñe de una luz inefable lo real
y lo recrea como por un encantamiento.
Y todo es arrobo, éxtasis, un desconcierto,
y ni siquiera sabe dar nombre a cada cosa
ni lo añora. Cuando todo se ve
por primera vez es mucho más hermoso
de lo que será nunca, es pura epifanía
de la experiencia, secreto deslumbrador
que ya por siempre le mantendrá desvelado.
Lo inefable en puridad, sin adjetivo alguno.

Un poeta nunca lo es tanto, ni tan sincero,
como cuando el primer amor le atrapa
en su fantástica trama y consigue
dejarle sin palabras, confuso y deslumbrado
por una experiencia que nunca podrá explicar,
pero lo intenta y persiste, y fracasa y regresa,
y queda por siempre amarrado al vano intento
de hallar el nombre exacto de las cosas
y la justa expresión del sentimiento.

Un poeta jamás lo es tanto como escribiendo
inmerso en la captura de su numen,
arpegiando su espíritu en busca de la clave
de la bóveda de un firmamento imaginado:
alejado de todos, en soledad, inerme.

II 

Inocula realidad a tu poema.
Haz que exprese lo que sientes, lo que ves,
lo que piensas y condueles esta noche
cada vez más ajena a la esperanza. Canta
con todos el dolor de lo imposible
que - te auguran - es todo lo que sueñas. Blande
hasta la incandescencia tu ¡no!, tu ¡basta!
Y sobre todo sueña, esgrime la utopía,
no renuncies al único motor humano
                                                                indemne.

Tal vez estalle entre tus manos el poema,
o arda en la noche brevemente. Entonces,
aunque efímero en el tiempo y el espacio,
habrá sido luz. ¿Qué más se puede pedir
al léxico precario que nos hizo humanos?


 III 

Un pájaro nunca queda mal en un poema;
tampoco una flor, aunque la abeja la desdeñe.
Una fuente puede ser necesidad suprema:
evoca la sed, el río, lo feraz, la muerte.

¿Y qué decir de una montaña, sagrada o no?
Su altura, su dificultad ¿no son metáfora
polivalente y tentadora para aspirantes
a la elevada panorámica del Parnaso?

Mas desciende, Moisés, a la altura de los ojos
de tus semejantes, rompe las tablas que ayudan
a que flotes gozoso en lo vano, reconócete
inerme y trémulo como un niño abandonado
a merced del dolor que otros te infligen
y de las asechanzas de la muerte, escondida
tras metonimias cuales soledad y fracaso.

Y ahora, si puedes, canta.
Deberías probar. ¡Vamos!

IV 

 No te sometas al metro ni a la rima
si te apartan de la vereda elegida,
ni te dejes seducir por los acentos
que intentan convertir todo en canción.
Sé tan libre como puedas y vuela,
en alas de lo decible y de lo cierto,
hasta donde puedas, quieras y sepas.

El desorden del mundo, el fracaso, o la ira no
pueden ser abordados desde la armonía
paradójica de un texto que, so pretexto
de servir belleza y orden, todo lo congela.
Rompe, pues, cuando lo creas necesario,
el ritmo, la rima y la medida. Rompe
con las ortodoxias y los dictados de estilo.

Ruge tu cólera o arpegia tu tristeza
sin servir a otro señor que a tu alma y a tu voz.
Rompe y respira con la vida y el dolor
que el espejismo niega, pero el abismo
confirma cada siglo, cada año,
                                                      cada día y minuto.
Siempre.


Poesía es todo lo que nace antes
de que comience su labor el estro
con su ambiciosa red de signos graves
y su aleve arsenal de vagos verbos.

Es el líquido, nunca la redoma;
es el aire, aunque falten los pulmones;
es la savia que procesa la luz;
es la percepción antes que la forma.

Es herramienta del conocimiento,
 dolor por lo incierto y luz en la umbría;
 duda constante de hallar la alegría
de traducir lo inefable en un verso.

No es lo que se sabe, es lo que se busca
y jamás se encuentra. Es ardiente y fría,
es cierta o incierta, según quien la lee,
la oye o la escribe, y según el día.

Es misterio y dolor, fulgor y niebla
la poesía. De ella hay que decir
- como el poeta dijo de la rosa –
no la toques más, pues nunca es perfecta.